El mejor y el peor de los tiempos para aprender
Cómo aprendemos y una breve historia de la escuela
En las pequeñas sociedades de cazadores-recolectores prosperabas si eras capaz de buscar alimento, fabricar herramientas básicas y desenvolverte en las relaciones de la tribu. Aprendíamos mediante la observación, la imitación y el juego.
Estas habilidades del cazador-recolector, llamadas habilidades primarias por los psicólogos evolucionistas, las aprendemos de manera intuitiva. ¿Por qué? Porque nuestro cerebro está adaptado a procesar este tipo de aprendizajes y nuestros centros de recompensa premian los comportamientos que nos ayudan a adquirirlos.
Pero para prosperar en la sociedad tecnológica moderna necesitamos nuevas habilidades que no aprendemos por instinto. Para entender estas habilidades secundarias, conviene mirar el pasado con perspectiva.
Yo escribo estas líneas en 2025. Newton publicó Philosophiæ naturalis principia mathematica en 1687. Trescientos treinta y ocho años son un instante comparado con los doscientos mil de evolución humana. Si la historia de la humanidad fuera un solo día, Newton habría publicado su obra a las 23:57. El psicólogo David Geary da en el clavo:
«Los avances científicos y muchos otros avances culturales son muy recientes desde una perspectiva evolutiva. (...) no ha habido suficiente tiempo ni suficientes ventajas evolutivas para crear sistemas cerebrales dedicados y sesgos motivacionales y conductuales para adquirir fácilmente estas nuevas formas de conocimiento».
Para aprender conocimientos culturales, como los fundamentos de la física y la astronomía sobre los que escribió Newton, necesitamos que nos enseñen. Enseñar es ayudar a aprender, ampliando los conocimientos y habilidades que adquirimos por instinto. La escuela nació para enseñar a escala.
Una breve historia de la escuela
Apareció en Mesopotamia, Egipto y China. Con el crecimiento de estas primeras civilizaciones se necesitaban personas para administrar recursos, organizar impuestos y construir infraestructuras. Las habilidades necesarias, como la escritura o la contabilidad, no se aprendían imitando y explorando. Por eso nació la escuela, para enseñarnos entre nosotros lo que la evolución no nos había preparado para aprender por nuestra cuenta.
Los griegos la transformaron. Convirtieron una herramienta administrativa en un viaje hacia la excelencia y la virtud. Se aprendían valores (saber ser) y habilidades técnicas (saber hacer) combinando disciplinas como gimnasia, geometría, gramática, retórica, matemáticas y filosofía. La aspiración era equilibrar y cultivar el cuerpo, la mente y el carácter.
En la Edad Media, la Iglesia creó escuelas alrededor de su monopolio sobre los textos. Se enseñaban las llamadas artes liberales, divididas en el trivium (gramática, lógica y retórica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). El objetivo ya no era formar ciudadanos, sino creyentes. La educación estaba al servicio de la fe.
El saber se independizó de la religión durante la Ilustración. La educación se convirtió en un medio para el progreso colectivo y la libertad individual. Fue entonces cuando nació la idea de la educación como derecho y no como privilegio. La enseñanza debía ser pública, gratuita y libre de influencias divinas.
En la sociedad industrial, la educación volvió a los gobernantes y se convirtió en obligatoria. El imperio prusiano encabezó la reforma. El orden, la eficiencia y la homogeneización de la producción en masa se trasladaron al proceso formativo. Las aulas se organizaron por edades, horarios y exámenes. Los conocimientos se agruparon en rígidos planes de estudio. El objetivo era crear ciudadanos obedientes para el Estado y trabajadores productivos para las fábricas.
Las instituciones educativas actuales conservan buena parte de la estructura y el propósito del modelo prusiano. Seguimos educando para un mundo que ya no existe.
El mejor y el peor de los tiempos
Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos; la edad del aprendizaje, y también de la distracción; la época de la comprensión y de la ilusión del conocimiento; la era de la lectura profunda y del scroll infinito; la primavera de la información y el invierno de la atención. Todo lo podemos aprender, pero no aprendemos nada; caminamos hacia la sabiduría, y nos extraviamos por el camino opuesto1.
Internet ha democratizado el acceso a la información. Ya no dependes de ninguna institución educativa controlada por la Iglesia o el Estado. Ahora puedes enseñarte a ti mismo. El criterio te permitirá aprovechar la oportunidad y protegerte del peligro.
La oportunidad es crear tu propia educación a medida. Eliges a tus maestros al decidir qué perfiles sigues en redes, qué canales de YouTube ves, qué podcast escuchas y qué newsletters lees. Puedes ampliar y profundizar hasta donde quieras en la dirección que quieras.
Puedes aprender cualquier cosa, pero no puedes aprenderlo todo. Porque aprender ocupa lugar. Aprender exige atención y tu atención es limitada. Y no a todos les interesa que la dediques a vivir mejor.
El peligro es el rapto de tu atención. La codician las grandes plataformas, para convertirla en ingresos publicitarios. La persiguen los creadores, para que las marcas les paguen más. La buscamos los divulgadores, para sentir que hay personas al otro lado y que nuestra labor tiene sentido (si no, ¿para qué publicar?).
Ni tus genes ni la escuela están adaptados a los tiempos que vivimos. En el mejor y el peor de los tiempos, puedes aprender lo que te propongas. Para no extraviarte por el camino debes cultivar tu propio criterio.
Sergio-.
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Si te suena este párrafo es porque es una adaptación descarada del inicio de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens.
«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto».
Me ha encantado tu post... soy profesor. Buen finde.
Se me borró un comentario largo mientras buscaba una referencia... Lo resumiré en que muy bien logrado, estimado divulgador.
Y lo que relataba es que los pueblos precolombinos y casi toda Asia tienen una historia en paralelo a la mediterránea y europea que nos enseñan como hilo conductor de la historia mundial, y es ahí cuando solemos hablar del paso de la edad media hasta una ilustración y modernidad muy europeas, y eso nos deja muchos vacíos para decir, por ejemplo, que la escuela en las otras civilización, como Mayas, Incas, chinas, no eran tan controladas ni de privilegios, solo que no se nos cuenta esa parte en la homogenización de la escuela tradicional que tenemos. Ellos construyeron una educación pública, de acuerdo a las capacidades, justo por lo que hablas de que unas cosas son por instinto, por cultura y necesidades básicas, mientras otras requerían enseñarse y así lo hicieron varios siglos, donde la historia consolida casi que un solo relato que heredamos hoy.
Entonces, solo dejo mi reflexión sobre esa historia paralela que posiblemente también en nuestra percepción evolutiva, se nos hace como si fueran un segundo aparte de los minutos que nos han enseñado y por eso ni nos percatamos.