«Criterio» es la palabra que llevaba tiempo buscando. Sin filtro para navegar la jungla informativa estás perdido.
Los mejores ingenieros y psicólogos construyen adictivas aplicaciones. El algoritmo muestra los contenidos que maximizan tu tiempo en pantalla. Sin fricción, solo recompensas inciertas para mantenerte enganchado. Mientras, la publicidad devora tu atención para transformarla en ingresos.
La mejor defensa es cultivar tu propio criterio. Empieza por entender cómo aprendemos.
La magia del aprendizaje
Tu punto de partida lo cambia todo. Lo que sabes ahora es tu ventaja y tu maldición. Tu ventaja, porque al aprender ideas relacionadas tendrás un terreno fértil sobre el que sembrar. Tu maldición, porque cuando tus ideas estén equivocadas —lo que sucede con frecuencia— necesitarás cambiarlas. Y desaprender una vieja creencia siempre es más difícil que aprender una idea nueva.
«La ciencia avanza de funeral en funeral». La frase del físico Max Planck captura lo difícil que es cambiar. ¿Cómo lograrlo? Haciendo y pensando sin tomarte demasiado en serio; dispuesto, como escribió el psiquiatra Thomas Szasz, a sufrir una herida en tu propia autoestima.
La neurociencia educativa nos ayuda a entender la magia del aprendizaje. Tres son los procesos para pasar de un concepto desconocido a una idea propia: codificar, almacenar y evocar. Codificar es transformar el estímulo externo en representación interna, traducir lo desconocido a tus propias palabras. Almacenar es consolidar el frágil recuerdo, interiorizar con práctica y tiempo. Evocar es recuperar la información, tener a mano las ideas cuando las necesitas.
Codificar, almacenar y evocar.
Traducir la idea a tus propias palabras.
Consolidar el recuerdo con tiempo y práctica.
Recuperar el aprendizaje cuando lo necesitas.
Jugar con las palabras une los tres procesos en una sola acción. El papel te obliga a dar sentido a lo desconocido. Congelas tus escurridizos pensamientos, ampliando así el número de ideas y la complejidad que puedes procesar con tu limitada memoria de trabajo. No es solo vomitar palabras, también es editarlas. «Mata a tus queridos, incluso cuando eso rompa tu pequeño corazón egocéntrico de escritor». El consejo del escritor Stephen King recuerda a la idea de Planck. Editar es interrogar a tus ideas y acabar con las que no sobrevivan a las preguntas.
Aprender no es solo acumular información. Aprender es transformar tus creencias y tu identidad. Al hacer tuya una idea te conviertes en alguien diferente. Esa es la magia del aprendizaje.
En un mundo de información abundante, la atención es el recurso escaso. Y todos competimos por ella.
El negocio de la atención
Un día tiene 24 horas y no puedes dedicar tu atención a varias actividades a la vez. Por eso Netflix compite con el sueño, porque mientras duermes no puedes ver series.
Si no pagas, el producto eres tú. El mecanismo para monetizar es la publicidad. El modelo se sostiene sobre incentivos perversos: no te recomiendan los mejores productos, te recomiendan las marcas que ponen la pasta. La calidad de la información pasa a un segundo plano. Lo importante es que estés distraído el tiempo suficiente para tragarte el patrocinio y que vuelvas mañana. ¿Su mejor cliente? El adicto, aquel cuya atención se evapora entre anuncios mientras llena la caja.
Los medios se han democratizado y ya no necesitas costosos equipos de producción para llegar a miles de personas. Pero la codicia humana no tiene límites y los nuevos medios vuelven a caer en el dinero fácil de la publicidad. El creador recomienda porque le pagan. Lo endulzarán con frases como «es posible gracias» y eufemismos como «colaborador». Te contarán la milonga de que filtran y de que llevan años usando el producto. ¿Por qué no me lo recomendaste antes? ¿De verdad usas ocho marcas para lo mismo? No sé Rick.
Si cuestionas las apariencias descubrirás el secreto a voces: venden su palabra al mejor postor. Conforme crezcas llegarán mejores ofertas. El reto es mantenerse atado al mástil y crear mecanismos más honestos para ganarse la vida compartiendo buenas ideas. Eso es lo que intento con Viaje.
Después del parón de verano, Aprendizaje infinito lanza su podcast en abierto. Con los miembros, compartiré reflexiones personales de cada episodio y la transcripción editada a mano. Celebraremos encuentros digitales y presenciales para intercambiar ideas. La guinda es el repositorio de contenidos: las joyas ocultas entre las páginas de los Grandes Libros modernos en La Biblioteca Infinita, la sabiduría atemporal de los antiguos en un lenguaje accesible en Preguntando a los clásicos y fragmentos libres de ruido en Señales. Descubre si Viaje es para ti aquí.
Falta responder a una pregunta: ¿a qué merece la pena prestar tu atención?
Cultiva tu criterio
Criterio:
Norma para conocer la verdad.
Juicio o discernimiento.
Sinónimos: principio, pauta, lucidez, sensatez
En el colegio te enseñan qué pensar, no a pensar. Te nombran los científicos más importantes y, si tienes suerte, el consenso científico del momento. Terminamos idolatrando a los expertos porque no nos han enseñado cómo funciona la ciencia. Por eso en nuestra sociedad tiene éxito un cirujano que habla de física cuántica. Es un Doctor vestido con traje, ¿cómo no iba a tener razón?
Internet lo cambia todo. Ya no necesitas el permiso de nadie para acceder a la información. Puedes crear tu propia educación a medida, más amplia y profunda que la de cualquier universidad. Tus nuevos profesores son las personas que sigues en redes sociales, los canales de YouTube a los que te suscribes, los podcast que escuchas y las newsletters que dejas entrar en tu bandeja de entrada.
El reto es que cada uno te contamos nuestra película y, como competimos por tu atención, cada uno te queremos hacer creer que nuestra película es la más importante. Pregúntale al gurú de finanzas, al experto en inteligencia artificial, al copywriter y al coach por las ideas que merecen tu atención. Recibirás respuestas muy distintas.
Si me lo preguntas a mí, nada merece más tu atención que descubrir tu propio camino. Tres son los requisitos: curiosidad, disciplina y criterio. La curiosidad como guía, la disciplina como arma y el criterio como filtro. La curiosidad apunta la dirección, identificando las madrigueras que merecen tu valiosa atención. La disciplina mantiene el compromiso, permitiéndote descubrir de qué eres capaz. Y el criterio marca la diferencia, separando el grano de la paja, identificando las trampas y las oportunidades del camino.
En este mundo de información abundante, solo con criterio propio podrás navegar con libertad.
Sergio-.
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"Si buscas fórmulas mágicas y crees que existe un camino de la A a la Z, Viaje no es para ti. Puedes buscar tu gurú en otro sitio". "No hay descuentos ni se les espera. Lo de tachar precios es una estrategia de ventas que no me gusta. La única forma de pagar menos es elegir la suscripción anual". Qué extraño placer me supone leer estos textos sin edulcorantes y a la vez tan atractivos. No sé si te van a estudiar en las universidades del futuro como caso de éxito o de tremenda ostia, intuyo que lo primero. Pero desde luego, te estudiarán.