Cómo ser más sabio (VI): cultivar los rasgos y comportamientos del buen carácter
Sexta parte del libro Sapienciología, de Sergio Parra
Cultivar los rasgos y comportamientos del buen carácter parte de aceptar una incómoda pero sencilla realidad: la moralidad puede ser peligrosa. Somos capaces del bien y del mal. El mercado alinea los incentivos. Tomamos mejores decisiones cuando elegimos el marco adecuado, cuando armonizamos lo bueno, lo correcto y lo obligatorio. Sin olvidarnos de las minorías, que se convierten en las peores tiranías, ni de los nuevos problemas, que nos empujan a olvidar que estamos en uno de los mejores momentos de la historia.
Exploraremos todas estas ideas en esta sexta entrega de Cómo ser más sabio, una serie inspirada y basada en el libro Sapienciología, de Sergio Parra.
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Cultivar los rasgos y comportamientos del buen carácter
Cumplir con los deberes políticos
Desafiar lo establecido mediante la burla
Conectar el todo, superando la suma de las partes
Mantenerse alerta frente a los peligros de la moralidad
«Dios nos libre de la gente con buenas intenciones». — Vikram Seth
El más peligroso es quien olvida que puede hacer el mal. Es entonces cuando el Mal está justificado, cuando lleva puesto el disfraz del Bien. Es entonces cuando se cometen atrocidades. Conviene estar alerta de los peligros de la moralidad.
Los códigos morales actuales tienen limitaciones igual que los del resto de épocas. No es que antes fueramos peores y que mañana seamos mejores. La moral no es un despertar de virtudes objetivas. La moral es un mecanismo para coordinarnos, una arquitectura de preferencias que facilita la convivencia.
Una de las trampas de la moral más extendidas es la falacia naturalista que confunde lo que es con lo que debe ser, lo natural con lo bueno. Como escribe Sergio: «Lo natural no es mejor que lo artificial, solo es diferente». Los humanos hemos trascendido la evolución para abrazar lo cultural.
«La moral no es tanto una fuerza para el bien como una herramienta para la dominación social, y por eso parece tan seductora en la superficie. Su parte oscura, oculta pero poderosa, sigue alimentando el odio y la competencia, bajo el disfraz de una causa justa».
Capaces del bien y del mal
No nacemos con una naturaleza única y estática. El hombre ni es bueno por naturaleza, ni es lobo para el hombre. «Los humanos somos agua: a veces líquida, a veces hielo, a veces vapor. ¿Somos buenos o malos? Depende del momento, del entorno, como el agua depende de la temperatura». Somos nosotros y nuestras circunstancias. «Somos una paradoja: capaces de los más noble y de lo más cruel. El reto es construir sociedades que saquen lo mejor de nosotros y adormezcan lo peor».
Las causas de nuestro comportamiento son muchas y están interconectadas. Robert Sapolsky propone el concepto de causalidad distribuida. Desde la taza de café por la mañana hasta lo que comió tu madre el día 97 del embarazo pasando por el color de las paredes de tu habitación; las causas de tu comportamiento son muchas y están interconectadas. Esto reabre el viejo dilema: ¿existe el libre albedrío? Sergio está con Harris y Sapolsky en que no. «¿Es acaso racional odiar a un ser humano, del mismo modo que sería absurdo odiar a un virus por cumplir con su naturaleza?» El mérito y la culpa son ideas útiles y funcionales pero endebles si buscamos sus fundamentos filosóficos.
«Lo verdaderamente moral, aunque difícil de implementar, es reconocer que ninguno de nosotros es completamente bueno o malo».
Repito: «el reto es construir sociedades que saquen lo mejor de nosotros y adormezcan lo peor». El mercado, al alinear los incentivos individuales con los colectivos, nos ayuda con esta difícil misión.
Alinear los incentivos gracias al mercado
El mercado convierte nuestros intereses egoístas en comportamientos cooperativos. Para ganarme la vida aprendiendo, tengo que compartir ideas que merezcan la atención y el dinero de otras personas. El intercambio es voluntario y todos salimos ganando.
El incremento de riqueza generado por este intercambio voluntario tiene consecuencias no deseadas. Cambian los premios en el inescapable juego del estatus. Escribe Sergio: «A medida que la riqueza aumenta y el acceso a los bienes se democratiza, el estatus social empieza a basarse menos en la riqueza material y más en la virtud moral. Esto puede desencadenar una “carrera armamentística” por demostrar superioridad moral, donde las personas adoptan valores no tanto por convicción sino para obtener reconocimiento social, similar a acumular likes en una publicación de redes sociales». La moral se convierte en una exhibición para ver quién parece más bueno.
Elegir el marco adecuado
El encuadre moldea cómo evaluamos un acto. «Es ahorrador». «Es tacaño». Cada una de las dos frases anteriores dirige tu atención hacia un aspecto concreto y moldea cómo juzgas a la otra persona. El ahorrador construye un futuro mejor mientras que el tacaño se olvida de vivir el presente.
«En un mundo que es, por naturaleza, complejo y entrelazado, el framing actúa como una especie de destilador que simplifica la maraña de detalles y significados. Pero esta simplificación no es neutra; tiene implicaciones morales profundas».
La idea, que también apareció en el libro Practical Wisdom, es crucial para tomar buenas decisiones. La moralidad nos puede convencer de que servimos a un propósito superior y convertirse en el mejor argumento para ejercer la violencia. La moral nos ayuda a generar un orden, ficticio pero útil, del mundo que nos rodea.
Quien se acerca al mundo desde la abundancia, con pensamiento de suma positiva, se centra en hacer la tarta más grande. Quien se acerca al mundo desde la escasez, con pensamiento de suma cero, se centra en repartir la tarta. Y quien se acerca al mundo desde la envidia, con pensamiento de suma negativa, se centra en quitar la tarta a los demás, empezando por el que más tiene.
Podemos reformular la propia envidia como una idea saludable si convertimos la incomodidad que nos genera quien es mejor que nosotros en un deseo de alcanzar y no de destruir; en un aliciente para emular las virtudes del mejor y no en un motivo para bajarle hasta nuestra inferior posición.
Lo bueno, lo correcto y lo obligatorio
El dilema del tranvía captura cómo cambian nuestras intuiciones morales dependiendo de cómo se presenta el dilema. Las consecuencias son las mismas pero no tomamos la misma decisión si hay que empujar a una persona que si simplemente tenemos que accionar una palanca.
Para entender la moral conviene diferenciar entre lo bueno, lo correcto y lo obligatorio. «La axiología se ocupa de lo que es intrínsecamente bueno, la moralidad de lo que es correcto hacer, y la ley establece lo que es normativamente prescriptivo en un contexto social»; «responden a distintos compromisos: la axiología con la bondad abstracta, la moral con la acción práctica y la ley con la estabilidad social». Los tres campos están interconectados y se retroalimentan.
«...la moral busca convertir las infinitas exigencias de la axiología en algo realizable para los individuos en su contexto particular, mientras que la ley intenta formalizar estas demandas morales, haciéndolas operativas para un estado que debe gestionar la convivencia social. Un sistema saludable considera estos tres niveles trabajando en armonía: la moral adapta la axiología a lo humano, la ley implementa las reglas más importantes, y la axiología y la moralidad guían la creación de leyes justas».
Cuestionar las minorías y los nuevos problemas
«Son los que se quejan en voz alta quienes llaman la atención».
La atención, como explica Pablo Melchor en este artículo, es un acto moral. Los valores de la sociedad no se forman por el consenso. Una minoría intransigente, como bien explica Taleb en Jugarse la piel, termina imponiendo sus preferencias. Los que se presentan como víctimas no son siempre las víctimas que más ayuda necesitan. La búsqueda del estatus empuja a priorizar las causas que ofrecen mayor visibilidad social, aquellas que ocupan nuestra atención y la de quienes nos rodean. Las cuestiones importantes, menos reconocidas, caen en el olvido.
Escribe Sergio: «cuanto más protegido y seguro te sientas, más susceptible serás a interpretar como dañinos los incidentes leves». Palabras como «adicción», «enfermedad» o «trauma» han ampliado su significado. Lo bueno es que al redefinir las palabras, catalogamos como problema lo que antes no era. Lo malo es que al redefinir las palabras, catalogamos como problema lo que antes no era. «Nuestra percepción del mal se ha vuelto más exigente y refinada». Ponemos atención en problemas que la necesitan a la vez que aparece el victimismo y la hipersensibilización al daño.
«Paradójicamente, uno de los indicios de que el mundo está mejorando es la sensación creciente de que hay más personas horribles, ofensivas y malvadas que nunca antes».
Eres capaz del bien y del mal; mantente alerta frente a los peligros de la moralidad. El reto es construir una sociedad que saque lo mejor de nosotros y adormezca lo peor, como ocurre (aunque no siempre) en los intercambios del mercado. Elige el marco adecuado; es mucho mejor jugar a juegos de suma positiva. Y no te olvides de cuestionar las minorías y los nuevos problemas. No estamos tan mal como parece. La sabiduría es difícil pero merece la pena.
Sergio-.
"«Paradójicamente, uno de los indicios de que el mundo está mejorando es la sensación creciente de que hay más personas horribles, ofensivas y malvadas que nunca antes». " Qué bueno!!
Sergios, dais en la clave de una de las razones por las que el pensamiento apocalíptico a veces triunfa tanto, el sesgo de prevalencia. Señalar lo mejorable, además, nos da estatus.
Por otro lado, me resulta curiosa la distinción entre axiología, moral y ley. ¿Es por que la palabra ética está muy manida? ¿O se identifica con la axiología? Sin embargo, moral y ética son semánticamente coincidentes al menos en sus orígenes. Las distinciones son un ejercicio interesado posterior que puede obedecer a precisiones interesantes aunque ninguna me convence del todo. Todo un giro eso de la “axiología”, que etimológicamente parecería mucho más restringido a un cierto tipo de ética basada en valores.