En el segundo libro de la Retórica, Aristóteles pone en palabras las emociones humanas. La compasión es un malestar provocado por el sufrimiento de nuestros semejantes. La indignación es lo contrario: un malestar ante el éxito inmerecido. Parecida es la envidia: un sufrimiento provocado por el éxito de quien se nos parece. Tanto la envidia como la indignación nos empujan a perseguir el mal ajeno, desprestigiando los logros del otro, intentando arrebatarle sus bienes y buscando que pierda sus logros. Si me preguntan, comportamientos poco saludables que habría que reducir en la sociedad.
La envidia nace fuera. Escribe El Filósofo: «no hemos conseguido el bien que ellos han logrado y en consecuencia ese sufrimiento genera en nosotros la envidia». Aristóteles describe una emoción similar a la envidia que nace del interior a la que llama emulación. Este sufrimiento es provocado por nuestra falta de éxito respecto al semejante, porque no hemos logrado sus bienes; «no porque el otro los tiene, sino porque nosotros no».
La envidia se centra en lo que tienen los demás y en cómo quitárselo. Guiados por la envidia, el otro se convierte en un enemigo, en el mejor de los casos en un competidor al que superar. La emulación se centra en lo que tú no tienes y en cómo conseguirlo. Guiados por la emulación, el otro se convierte en una inspiración para mejorar, en el mejor de los casos en un modelo al que imitar.
Acercarnos a quien nos supera desde la envidia es completamente diferente a hacerlo desde la emulación. La envidia parte de la creencia de que no puedes conseguir lo que tiene el otro y lo mejor es arrebatárselo; es igualar por abajo. La emulación parte de la creencia de que puedes conseguir lo que tiene el otro y lo mejor es esforzarte para conseguirlo; es igualar por arriba. Este 2025, menos envidiar y más emular. Si buscamos igualdad, que menos que intentar igualar lo mejor.
Sergio-.
emular: imitar las acciones de otro procurando igualarlas e incluso excederlas.
emulación: deseo intenso de imitar e incluso superar las acciones ajenas.
Profundiza en el resto de emociones y en el arte de persuadir mediante el discurso en la edición Sobre la retórica de Preguntando a los Clásicos.
Coincido con que la envidia es el pecado que menos aporta. Pasar de envidia a emulación es una fantástica opción pero supongo que la mayor parte de las veces, la envidia nace de éxitos inmerecidos, por ende, no hay nada que admirar (seguramente al contrario).
En mi caso, mi estrategia es la aceptación. Si el éxito ha sido por pura suerte, envidio esa suerte (siendo consciente de que la suerte te salva una vez pero no siempre y que yo no sé dejar las cosas al azar), cuando un compañero plagia, hurta, adula y, sale exitoso… envidio sus dones, yo no los tengo ni me esforzaré jamás en tener esas cualidades aunque le vayan bien las cosas.
Al final, supongo que pretendo evaluar la razón de ese éxito y si es constructivo, lo emulo y venero y considero que no (entran en juego mis valores), lo rechazo.
Creo que compararse es bueno para no alejarte de la realidad pero, cada uno tenemos una serie de principios y cualidades que nos diferencian.
El otro día leí: "La comparación es un suicidio ontológico"
Ya está, solo quería compartir esta frase tan hardcore 😁