Para alcanzar la maestría pensamos que hay que repetir una y otra vez la técnica correcta. Con el objetivo de automatizar, debemos eliminar la creatividad. Aislar y repetir los aburridos fundamentos hasta dominarlos.
Si quisieras aprender a apretar el mismo tornillo una y otra vez, la variedad no importa. Pero, ¿quién querría dedicar su limitado tiempo a interiorizar una habilidad tan simple y específica pudiendo seguir el manual de instrucciones?
En lo que merece la pena aprender, los manuales son la excepción y no la norma. La variabilidad no es ruido que hay que eliminar de la práctica. La variabilidad es la cualidad del mundo para la que tenemos que prepararnos. Es el punto de partida del aprendizaje.
Repite sin repetir
En los años veinte, Nikolai Bernstein fue contratado por el Instituto Central de Trabajo de Moscú para mejorar la productividad de los herreros. ¿Por qué los expertos eran capaces de golpear el material con mayor rapidez y precisión? ¿Cómo conseguían minimizar el número de golpes necesarios para dividir el metal?
La intuición apuntaba a que los trabajadores menos experimentados no dominaban la técnica correcta. Estudiando a los novatos, parecía una buena explicación: su movimiento era cambiante y cada golpe terminaba impactando en un lugar diferente. Los más experimentados lograban golpear en el mismo punto, pero... ¡su movimiento también era variable! El experto conseguía una y otra vez el buen resultado pero no realizaba una y otra vez el mismo movimiento. No golpeaba el metal como un cañón. Lo golpeaba como un misil teledirigido.
El movimiento de los seres humanos no es simple y mecánico, es complejo y adaptable. El experto no es un robot que repite un patrón previamente automatizado. El experto tiene la destreza para solucionar la mayoría de problemas en su campo.
Para cultivar esta capacidad hay que practicar durante muchas horas. Y practicar no es repetir el mismo patrón hasta automatizarlo. Practicar es, como escribió Bernstein, «el proceso de resolver este problema una y otra vez mediante técnicas que cambiamos y perfeccionamos de repetición en repetición».
No memorizar soluciones, solucionar problemas.
No seguir recetas, cultivar la destreza y la flexibilidad.
No seguir un patrón fijo, variar hasta conseguir buenos resultados.
Repetir sin repetir.
Sergio-.
Este texto es una adaptación de algunas de las ideas del octavo capítulo del libro Aprendizaje infinito. Si todavía no lo tienes, puedes hacerte con tu copia en Amazon. Y si lo has leído, puedes dejar una reseña para que el libro llegue a otros eternos aprendices.
Un pequeño fragmento, también del octavo capítulo, que refleja el enfoque del libro.
«Empecé queriendo escribir el libro sobre aprendizaje que me hubiese gustado leer cuando entré en este fascinante mundo y he acabado escribiendo el libro que necesitaba para mejorar mi forma de aprender. He sacrificado precisión para ganar utilidad. No me interesa desarrollar una teoría sólida y coherente del aprendizaje si es inútil. Me interesa navegar por las contradicciones entre las diferentes propuestas para encontrar aquellas ideas que mejoran mi forma de aprender y la de quienes lean este libro. Para ser eficaces no necesitamos de la coherencia ni de la verdad; basta con descubrir aquello que nos funciona».