Internet es una jungla de ideas. ¿Qué hace que algunas triunfen en la batalla por la limitada atención? ¿Por qué hay más posibilidades de que te hayas cruzado con la sudadera the coolest monkey y ni te suene el caso de un joven africano que sufrió 2 años de bullying por su color de piel?
El divulgador Scott Alexander intentó buscar una respuesta en su artículo Toxoplasma of Rage. En esta edición de Aprendizaje Infinito, comparto mis ideas alrededor de esta idea.
Un parásito peculiar
El toxoplasma gondii es un parásito. El único lugar en el que se puede reproducir sexualmente es en el estómago de un felino. ¿Cómo logra llegar hasta allí? El gato expulsa, mediante sus heces, los huevos del parásito y algunas ratas entran en contacto con ellos a través del agua o de algún alimento contaminado.
Un roedor con un cerebro sano huye de los gatos. El parásito manipula a sus huéspedes para conseguir sus objetivos. Un roedor con el cerebro infectado de toxoplasma, en lugar de miedo, siente atracción sexual por el gato. Se acerca demasiado al felino, aumentando las posibilidades de ser devorado. Cuando el felino ingiere al roedor infectado, el ciclo empieza de nuevo. En el proceso, los humanos y otros animales se ven perjudicados por el parásito.
Cómo infectar la mente
Las ideas parasitan tu mente como el toxoplasma parasita el cerebro de las ratas. La razón nos ayuda a evaluar y adquirir ideas en función del mérito. El proceso es costoso. Las ideas optan por otra estrategia de contagio más rápida y efectiva: generar indignación y controversia.
Tanto los medios tradicionales como los nuevos utilizan la indignación y la controversia para capturar y monetizar la mayor cantidad de atención posible. No utilizan su altavoz para dar a conocer los verdaderos problemas que enfrentamos como sociedad. Prefieren elegir contenidos en el límite de lo (in)creíble, en la frontera del polarizado debate, en el caso excepcional que divida en dos a la población. No interesa denunciar el acto de racismo obvio porque todos estaríamos de acuerdo. No interesa denunciar la violencia de género evidente porque cualquier ser humano se opondría a ella. Interesa el caso dudoso, aquel en el que los fervientes creyentes de la secta puedan señalizar su compromiso inquebrantable con la causa, aquel que a su vez levanta ampollas en la oposición. Yo si te creo y no necesito pruebas, dicen Nosotros. Ellos responden indignados, exponiendo el irracional salto de fe. Empieza el ping-pong de respuestas y el mensaje coge tracción. El conflicto escala y la idea se viraliza, cumpliendo con éxito el propósito de acaparar la mayor cantidad de atención.
Defendiendo el absurdo, las feministas radicales, los criptobros, los veganos, los liberales y les justicieros sociales se vuelven inaguantables (salvo que pertenezcas a su tribu). Defender lo indefendible es una señal costosa, difícil de replicar. «Si quieres dar a entender lo mucho que crees en tomar en serio a las víctimas, hablas de ello en el contexto del caso menos creíble que puedas encontrar», escribe Scott Alexander.
Frente a su grupo, demuestran ciega lealtad. Frente al resto, cavan su propia tumba y pierden cualquier tipo de credibilidad. Los medios de comunicación incentivados para capturan parte del pastel atencional, expanden el absurdo mensaje. No importa si la persona es acusada de corrupción, de evasión (que no elusión como presumía), de financiación ilegal de partidos políticos y de estafa. No importa expandir un mensaje tóxico si puedes cobrar las visitas del vídeo viral. Que siga la fiesta de monetizar la atención.
Sergio-.
Este fenómeno se entiende mejor conociendo Los peligros de la moralidad [sólo para miembros].
Muy bueno Sergio. Qué bien explicado.
También a veces se produce la paradoja de que al intentar ser los más fieles defensores de la razón, nos convertimos en seres obtusos, inflexibles e irracionales.
Me pregunto si, además de los medios (cuyos intereses en favorecer este permanente estado de confusión son evidentes), estamos nosotros mismos cayendo en esa trampa. Lo digo porque veo también mucha newsletter, mucho post, mucha publicación en redes, que abogan por polarizar a la audiencia en lugar de razonar sobre la cuestión.