Abundan las contundentes afirmaciones y escasean las interesantes preguntas. Yo (re)leo a un escéptico. Me ayuda a no tomarme tan en serio y me recuerda lo poco que sé.
Quizás el acto de escepticismo más citado es el «sólo sé, que no sé nada» de Sócrates. El filósofo nunca dijo eso. En el diálogo Apología de Sócrates, Platón pone en boca de su maestro las siguientes palabras: «Yo soy más sabio que este hombre. Puede muy bien suceder, que ni él ni yo sepamos nada de lo que es bello y de lo que es bueno; pero hay esta diferencia, que él cree saberlo aunque no sepa nada, y yo, no sabiendo nada, creo no saber. Me parece, pues, que en esto yo, aunque poco más, era más sabio, porque no creía saber lo que no sabía». El filósofo es más sabio que el político porque es consciente de su ignorancia.
Montaigne también eligió el camino de la duda. Consciente de su frágil memoria, grabó algunos aforismos de los Esbozos pirrónicos en las vigas de su biblioteca. «Alternando los juicios». «Sin inclinación». «Me abstengo». «Continúo investigando». «Nada determino».
Al leer los Ensayos, tu pensamiento avanza de forma errática. ¡Qué digo!, ni siquiera sabes si avanza. El filósofo te seduce con sus divertidas historias y sus convincentes argumentos. Defiendes una idea, y al rato crees en la contraria. Si te paras a pensar, y no dejas que sólo el escritor piense por ti, descubrirás el engaño.
Quizás prestamos demasiada atención a introducir ideas en nuestra cabeza y demasiado poca a evaluarla. Karl Popper creía que el conocimiento avanza mediante conjeturas y refutaciones. Ninguna teoría es definitiva. La de ahora es mejor que las anteriores porque (que sepamos y por el momento) tiene menos errores. Las ideas sólo están de paso en tu cabeza. Si llevas demasiado tiempo sin cambiar, mala señal. Pon también en duda la frase anterior. Creo que lo importante es ponerte a ti y a tus ideas a prueba. ¿Qué errores encuentras? Criticar te permite señalar el error; un buen primer paso para corregirlo.
Mi escéptico de cabecera es Nassim Nicholas Taleb. Puedo afirmar sin miedo que me cambió la vida. Sigo releyendo sus libros y sigo encontrando perlas nuevas. Nassim no sólo te hace dudar, sino que te obliga a reflexionar sobre dónde merece la pena invertir los preciados recursos cognitivos que implica la propia duda. Si buscas vivir una buena vida, quizás esta pregunta es importante. ¿Dónde merece la pena dudar?
Sergio–.
P.D: Este domingo, en la nueva edición de La Biblioteca Infinita, nos sumergiremos en las ideas de El Cisne Negro. Quizás después de leerlo y/o escucharlo, no vuelvas a ser el mismo.
Creo que Taleb es un excelente re-creador de ideas. Me refiero (vaya por delante que no he leído todos sus ensayos) a que recoge pensamientos y teorías de otros escritores para darles un poco de lustre. No es una mala táctica; de hecho, el propio Montaigne utiliza a muchos clásicos como base para escribir docenas de sus ensayos.
Lo que quizá también tiene Taleb es una altanería y una bravuconería que, a mi juicio, rebaja sus posibles juicios de valor acerca de las ideas sobre las que escribe. En ese sentido, la humildad de Montaigne (que también tiene sus momentos…) me resulta más cercana, más humana.
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