Hay ideas que vuelven una y otra vez. Fue en la última clase de filosofía de Tramontana. El tema era la verdad. Todavía recuerdo el explosivo aforismo de Nietzsche: «las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son». Meses después leí Sobre verdad y mentira en el sentido extramoral, un texto breve en el que el filósofo-dinamita desarrolla su visión de la verdad. Intenté ordenar los pensamientos alrededor de esta idea en un texto que los miembros podéis leer y escuchar.
La idea entró en hibernación hasta que la lectura veraniega de Un verdor terrible la despertó de nuevo. El matemático Alexander Grothendieck se acercó a los límites del sentido:
«Un punto de vista es limitado en sí mismo. Nos entrega una visión singular del paisaje. Solo cuando se combinan miradas complementarias sobre la misma realidad podemos tener un acceso más completo al saber de las cosas. Cuanto más complejo sea lo que queremos aprehender, para que esos haces de luz converjan y podamos ver lo Uno a través de lo múltiple. Esa es la naturaleza de una verdadera visión: une los puntos de vista ya conocidos y muestra otros que se ignoraban hasta entonces, permitiendo que entendamos que todos son, de hecho, parte de lo mismo».
La mecánica cuántica transformó la visión del mundo. Si queremos conocer con precisión la velocidad a la que se mueve una partícula no podemos conocer con precisión su posición, y al revés. La perspectiva que elegimos determina lo que (no) podemos conocer.
«”Cuando hablamos de la ciencia de nuestra época”, les explicó Heisenberg, “estamos hablando de nuestra relación con la naturaleza no como observadores objetivos y separados, sino como actores del juego entre el hombre y el mundo. La ciencia ya no puede confrontar la realidad de la misma forma. El método de analizar, explicar y clasificar el mundo se ha vuelto consciente de sus propias limitaciones: estas surgen del hecho de que sus investigaciones alteran los objetos mismos que investiga. La luz con que la ciencia ilumina el mundo no solo cambia nuestra propia visión de la realidad, sino el comportamiento de sus unidades fundamentales.” El método científico y su objeto ya no podrán separarse».
Muchos físicos de la época llegaron a odiar la mecánica cuántica. Uno de ellos, Erwin Schrödinger, creó un experimento mental para intentar ridiculizar las locas ideas de esta nueva física. Dentro de una caja había un gato que, hasta que alguien no la abriera, estaba vivo y muerto a la vez. El resultado no sólo era absurdo y paradójico, también era cierto. El gato de Schrödinger hoy se utiliza para explicar las ideas de la cuántica que, honestamente, sigo sin entender.
Lo que cada vez tengo más claro es que una cosa es cómo nos gustaría que funcionara el mundo y otra muy diferente es cómo el mundo funciona.
Sergio-.
«¡Dios no juega a los dados con el universo!» — Albert Einstein
«No es nuestro lugar decirle a Él como manejar el mundo». — Niels Bohr
Siempre me ha parecido fascinante lo cerca que estuvieron (sin conocerse) Ortega y Grothendieck en su manera de entender cómo accedemos a la verdad. Uno desde la filosofía, el otro desde la matemática. Buenísima esta edición, Sergio.
Me ha encantado. Gracias Sergio