Richard Feynman y la falta de respeto por lo respetable
El Papa, el Doctor Bohr y el Premio Nobel de Física
Richard Feynman es un personaje increíble. Igual que enseñaba física en el Instituto de Tecnología de California, tocaba los bongos en Copacabana. Pasaba la mayor parte del tiempo jugando despreocupado, reservando la seriedad para las pocas cosas que le parecían importantes: la honestidad, la independencia y la disposición a admitir la propia ignorancia. No hacía física por la gloria ni por los premios, sino por el puro placer de descubrir cómo funciona el mundo.
Releyendo su vida he encontrado cientos de anécdotas con las que divertirse y aprender. En este texto quiero compartir algunas de las que mejor reflejan la actitud de un verdadero científico.
Faltar el respeto a lo respetable
Nos tomamos demasiado en serio. A nosotros mismos y a los demás. Especialmente a quienes hemos acordado como sociedad que merecen un gran respeto.
Richard aprendió de su padre Melville «a tener una falta de respeto por lo respetable». Cuando en la portada del New York Times apareció una foto del Papa con todo el mundo inclinado ante él, su padre le dijo:
«Mira estos hombres. Aquí hay un hombre de pie y todos los demás están inclinados. ¿Cuál es la diferencia? Este es el Papa. La diferencia está en el uniforme. Pero este hombre come lo mismo que cualquier otro, va al baño, tiene los mismos problemas que todo el mundo, es un ser humano. ¿Por qué se inclinan ante él? Solo por su nombre y su posición, por su uniforme, no por algo especial que él haya hecho, ni por su honor ni nada parecido».
Melville se dedicaba a la venta de uniformes y sabía muy bien la diferencia entre una persona con uniforme y una sin él. Ninguna.
Años más tarde, Richard fue invitado a participar en el desarrollo de la bomba atómica. En Los Álamos, Feynman se codearía con grandes científicos como Robert Oppenheimer, John von Neumann, Enrico Fermi o Niels Bohr. Su desapego a la autoridad era tal que ni siquiera estas grandes mentes le hicieron inclinarse. En un entorno donde nadie cuestionaba, la falta de respeto por lo respetable era una ventaja. Prueba de ello, este testimonio de Niels Bohr:
«¿Recuerdas el nombre del colega que estaba al fondo? Es el único tipo que no me tiene miedo, así que hablaremos con él cuando se me ocurra una idea loca. La próxima vez que queramos discutir ideas, no vamos a poder hacerlo con estos tipos que dicen a todo “sí, sí, doctor Bohr”. Llamemos primero a ese tipo, hablaremos primero con él».
De esa actitud irreverente, incluso hacia los propios científicos, nace la ciencia. Porque la ciencia no es idolatrar a ningún experto, aunque se haga llamar Doctor, salga vestido con traje y haya vendido muchos libros. Ciencia es aceptar la falibilidad de los expertos. Es liberarse de cualquier autoridad que intente imponer qué ideas son las buenas. Es reconocer la ignorancia y dejar lugar a la duda. Es diversión y disfrute. Disfrute de leer, de aprender, de reflexionar, de transformar el mundo que nos rodea y de pasarlo bien durante el viaje.
El premio está en el placer de descubrir
Después de su etapa en Los Álamos, Richard estaba disgustado con la física. Decidió volver a perseguir su interés personal. Despreocupado por la importancia de lo que investigaba, volvió a jugar con la física y las matemáticas. Ese juego sin importancia se convertiría en su hallazgo más importante. Los diagramas de Feynman, que nacieron de reflexionar sobre el bamboleo de una bandeja, le valdrían el Premio Nobel de Física en 1965.
¿Qué significó el premio más importante de la ciencia para un hombre que no respetaba lo respetable? Mejor que responda él mismo.
«No quiero tener nada que ver con el Premio Nobel… es un grano en el... No me gustan los honores. Lo aprecio por el trabajo que hice y por las personas que lo aprecian y sé que hay muchos físicos que utilizan mi trabajo. No necesito más, no creo que tenga más sentido que ese. No veo qué importancia puede tener que alguien en la Academia sueca decida que este trabajo es lo bastante bueno como para recibir un premio. Yo ya he tenido mi premio. El premio está en el placer de descubrir, en la excitación del descubrimiento, en observar que otras personas utilizan mi trabajo: esas son cosas reales, los honores no son reales para mí».
Sergio-.
P.D. Feynman es una de las personas que más puede enseñarnos sobre aprendizaje. Por eso ha sido el primer elegido para crear *** **** sobre **** ******** *** *******. La semana que viene te cuento más.
P.D.D. Si has leído hasta aquí: ¿conocías ya a Feynman? ¿Cuál es la anécdota más divertida que has descubierto sobre su vida? Responde a este correo y puede que te sople alguna pista de lo que viene la semana que viene :)




Sergio, me encantó el artículo.
Me hizo pensar en cómo, desde las primeras tribus, inventamos jerarquías y figuras “intocables” para darle forma al caos que no entendíamos. Proyectábamos grandeza afuera para sobrevivir adentro.
Pero la verdadera liberación, como bien muestra Feynman, llega cuando reconocemos que esa inmensidad no está en los uniformes ni en los títulos, sino en la curiosidad humana que todos compartimos.
Y que el único premio real es ese: el placer de descubrir, crear y caminar el propio camino sin necesidad de honores.
¡Muy buen artículo, Sergio! Realmente, las jerarquías y los respetos excesivos e infundados, en muchos casos, no son sino cortapisas y trampas que nos impiden avanzar.
No conocía mucho de Feynman, salvo el nombre por el proyecto Manhattan, pero me ha resultado un personaje muy interesante.