Cada semana preparo la batalla. Ordenar los pensamientos no es gratis. En mi cabeza, conviven desordenadas las ideas. El acto de escribir, poniendo palabras al caos interior, reduce la entropía. Elegir el mejor término para cada contexto es el reto constante del escritor. Cada decisión, elimina sus alternativas.
¿Aporta esta palabra algo al texto?: la pregunta detrás de cada conjunto de caracteres. Dedicando el tiempo suficiente, frase a frase, emerge el elaborado pensamiento. Conectar ideas para pensar mejor es mi intento de cada semana. El lenguaje es la herramienta que me permite expresar las ideas. Cuando utilizo tecnicismos para ocultar mi ignorancia y eufemismos para esconder los problemas, desperdicio mi mejor arma para pensar.
Tecnicismos
Si sabes nombrar y no explicar, quizás no comprendes lo suficiente. Toca dejar el ego a un lado y ser honesto contigo mismo. Si usas palabras raras cuyo significado desconoces, utilizas los mismos términos que otro autor o eres incapaz de expresar la idea de diferentes formas; todavía no lo sabes. Los nombres no constituyen conocimiento. Feynman aprendió la lección de su padre: ser capaz de nombrar un pájaro en varios idiomas no implicar saber qué es.
El tecnicismo, como el nombre del pájaro, reduce la idea a un solo término. En lugar de utilizar varias frases, acordamos nombres para comunicarnos de forma eficiente. Sin el estudio previo para entenderlo, el tecnicismo pierde su valor. Las casuísticas son diversas. A mí me interesan especialmente dos.
Primera. El emisor desconoce el concepto pero, con la pretensión de sonar inteligente, se arriesga. Con suerte el receptor tampoco dispone del término en su diccionario o quizás la frase en la que ha introducido el palabro acaba teniendo algo de sentido.
Segunda. El emisor maneja con soltura el término y se encuentra ante la encrucijada de si incluirlo en su mensaje. Si decide usarlo sabiendo que el receptor no es capaz de entenderlo, su prioridad no es que el mensaje se entienda.
El uso de palabras poco comunes se confunde a menudo con atributos como la inteligencia o la cultura. El emisor abraza el lenguaje técnico, aún a costa de ignorar su propio mensaje o no ser entendido por su audiencia.
Eufemismos
La tribu establece palabras sagradas y prohibidas. No verá la luz el tabú; sí el eufemismo que lo oculta. El término sacrifica precisión para no generar incomodidad. Ya no importa esa bella aspiración de capturar la realidad, ahora toca no herir sensibilidades. No hablamos de problema, ahora decimos reto.
Si dejamos de tener palabras para señalar lo negativo: ¿cómo detectar y corregir los errores? Las palabras, inocentes. La verdad, aunque incómoda, verdad. Ocultar con envoltorio el verdadero significado no hace desaparecer el problema. La moral se expande sin límites, contagiando - y en ocasiones infectando - el pensamiento. Lo políticamente correcto se convierte en un obstáculo para mejorar las ideas. Sin espacio para el debate, todos nos volvemos más idiotas.
En Disneylandia no se genera conocimiento. Reserva siempre sitio para la critica, así se entiende el mundo. Más importante que quién quieres llegar a ser es a quién no te quieres parecer. Deja de perseguir el éxito y empieza a evitar el fracaso. En un mundo donde tener líneas rojas está mal visto, utiliza un rotulador que se vea desde lejos. Encuentra problemas y trata de solucionarlos. Enfrenta una y otra vez tus ideas contra la realidad. Y que los tecnicismos y eufemismos no se entrometan en tu pensamiento.
Sergio-.
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En Disneyland no se genera conocimiento. Me gusta esa frase Sergio, de hecho, yo creo que es el mundo en el que quiere seguir instaurada la sociedad de hoy en día , especialmente, los más jóvenes. A veces, el cambio que hay desde un mundo sobreprotegido (el de la infancia) al mundo real, puede ser duro. Por tanto, salir de esa burbuja requiere de aprendizaje, garra y adaptación.
¡Sigue con tu proyecto!
Un saludo
Tremendamente acertado tu artículo y muy oportuno.
En un mundo con tantísimas relaciones en el que interactuamos de manera frenética con nuestros círculos, el dominio y la precisión en el uso del lenguaje se vuelve cada vez más necesaria. Prefiero pecar de rudo antes que sumarme al grupo de los tibios.