En el mundo desordenado que habitas, el rígido plan no sobrevive al paso del tiempo. Tus preferencias cambian. Lo que ayer era un hobbie, hoy es una cárcel. Lo que ayer era un espacio para desplegar tu creatividad, hoy es la caja que limita tus movimientos.
El tiempo todo lo cambia, incluyéndote a ti mismo. Jugar a largo plazo es imposible sin espacio para maniobrar. El excel te dicta el número de publicaciones en redes. Querías ser tu propio jefe y te has convertido en el esclavo de Instagram. Querías convertir tu ocio en negocio y has dejado al trabajo llegar demasiado lejos. Tu tiempo libre desaparece porque has asumido demasiadas obligaciones. ¿Cuánto tiempo más del presente piensas sacrificar por un hipotético futuro mejor? Si no disfruto la travesía, cero.
Decídete
El coste hundido te empuja a seguir en la rueda: ¿cómo vas a dejarlo después de tantas horas invertidas? El miedo a dar el paso te mantiene preso de un juego que no quieres jugar. Tu entorno te recuerda la incertidumbre detrás del cambio. Desconocen que los nuevos retos, y no la receta para el éxito del hilo de Twitter, dan sentido a tu día.
Llevas tiempo buscando y no encuentras mejor compañera de travesía que la libertad. Decides pagar su precio porque prefieres el peligro que asume el lobo a la segura cadena del perro. No olvides que puedes crear tus propias reglas, jugarlo diferente. No lo haces porque cambiar el rumbo te recuerda el peso de la responsabilidad. Si te dejas llevar por la inercia y el resultado no acompaña, encuentras el refugio de lo convencional. Echas las culpas cuando las decisiones que guían tu vida las toman otros. Si juegas tu propio juego, tomando tus propias decisiones, no habrá rincón en el que esconderte. El peso de la responsabilidad. El precio de la libertad. El miedo a tomar tus propias decisiones desaparece en el momento en el que eres consciente de que no decidir es también una decisión.
Justificando la decisión con amplitud
Tomo la decisión y busco después razones para justificarla. Quiero dormir tranquilo y encuentro el complemento perfecto a mi almohada en los consejos de carrera de Range. Epstein habla del período de prueba: una fase inicial en la que experimentar y aprender sobre ti mismo. El compromiso llegará después, cuando sepas si el proyecto es el adecuado.
Yo busco ahora espacio para experimentar, no un plan para ganar dinero vendiendo cursos. Con 22, solo quiero especializarme en encontrar la solución a mis problemas. Primo la creatividad a la eficiencia. Aún sigo buscando lo que me gusta. No quiero demasiada estructura. No busco ser eficiente.
Dicen que salirte del camino establecido es peligroso. Yo quiero buscar donde los demás no se atreven, dedicando tiempo a objetivos no definidos. Hace dos años no tenía ni idea de hacia dónde iba y lo mismo ocurre con el momento presente. Me falta la perspectiva que sólo da el tiempo. Los puntos se conectarán y podré mirar hacia atrás, descubriendo que era una etapa más del camino. Sólo experimentando podré descubrir lo que quiero.
Decidir sin plan
Escribir me ayuda a pensar con claridad. No tengo plan, decido en las páginas de mi cuaderno. Esta vez, me enfrento a un reto mayor que de costumbre. Querer abandonar, sobre todo cuando los resultados acompañan, no parece la opción sensata. Decido renunciar, no porque la opción sea mala, sino porque quiero emprender una travesía diferente. He probado a convertir mi hobbie en negocio y no me gusta. Abandono porque mis preferencias, que ayer hacían un match perfecto con el proyecto, hoy no encajan. ¿Me veo en 2 años aquí? La pregunta incómoda que guía la decisión. Si juego a largo plazo y el proyecto no es un medio, ¿para qué seguir si tengo clara la respuesta? Actuaré acorde al ideal definido de antemano. Viviré para no fallarme a mi mismo. Quiero que el dinero sea una consecuencia, no un fin.
Sergio -.
¿Te ha gustado esta edición? Puedes darle al corazón, animarte a dejar tus ideas en un comentario o compartir el post con un amigo.
Tengo la piel de gallina. Tu mejor news; sin duda. Personal, sincera y lírica.
Cualquiera que la lea puede aprender de tu experiencia porque es real y sólo aprendemos de lo real.
Me alegra que Amplitud te haya influido, es un libro que me habría gustado leer con 18 años, la mala pata es que lo he leído con 40. Lo bueno es que sus lecciones me reconfortan: el cambio, la prueba, el error y la amplitud son en sí mismos un camino, tan válido o mejor que cualquier otro.
Un abrazo.
Leerte ha sido sublime Sergio, enhorabuena por el post